martes, 26 de abril de 2011

Whatever Works

Whatever Works
(Si la cosa funciona)


Año: 2009.
Producción: USA.
Duración: 1h32’.
Dirección: Woody Allen.
Actores: Larry David, Evan Rachel Wood.
Calificación: Para todo público.



Casi, casi.


Una vez más fui al cine sin demasiadas expectativas, si bien no me gusta admitirlo cuando hablo de una película del maestro Woody Allen, pero dadas sus últimas películas (que no considero malas, sino “no geniales”), me fue inevitable que se diera así.

Boris Yellnikoff (Larry David), un misántropo empedernido que evita casi todo tipo de contacto humano (literalmente dice que el resto de las personas son microbios), que dice haber sido considerado para el premio Nobel de física y que humilla a niños de 8 años mientras les enseña a jugar al ajedrez, se encuentra una noche con Melody (Evan Rachel Wood), una joven e ingenua chica sureña que luego de escaparse de la casa de sus padres termina durmiendo en el callejón que da a la casa de él. Boris es insoportable, pero no es mal tipo, así que decide darle asilo a Melody por unos días y esto será el detonante para que cambien no sólo las vidas de ambos sino también las de varios otros personajes en la historia.

La primera escena es ya una muestra de que el regreso a Nueva York le sentó muy bien a Allen. Boris, luego de discutir con sus amigos en el bar, le habla directamente a la cámara apelando a la complicidad del público presente. El diálogo es tan bueno como insoportable (bueno como los diálogos de Allen e insoportable como el personaje que lo pronuncia) y nos hace, invariablemente, recordar otras escenas magistrales, como cuando los actores atrapados en la pantalla en La Rosa Púrpura del Cairo hablan con las personas que están del otro lado de la misma o como cuando Alvy Singer (Woody Allen) sale de la cola del cine para ir tras el reconocido filósofo Marshall McLuhan y luego dirigirse al público en Annie Hall. Estos son recursos que en manos de cualquiera pueden resultarnos propios de las malas películas, pero en manos de un genio, no pueden ser otra cosa más que genialidades.

Quizás el “truco” de la película reside en que el guión fue originalmente escrito por Allen a principios de los ’70 (y no con esto quiero decir que los guiones actuales del director no sean buenos, sino que se nota la diferencia en el estilo) y pensado para que lo interpretara no el mismo guionista y director, como muchos podrían creer dadas las características del personaje, sino Samuel Joel “Zero” Mostel, un actor norteamericano que protagonizó varias comedias en las décadas del 40, 50 y 60, pero que murió en 1977 y determinó, de alguna forma, que el proyecto quedara guardado en un cajón y no volviera a retomarse hasta estas épocas.

De todas maneras, no creo que hoy en día el casting hubiera podido ser mejor, ya que Larry David fue un gran acierto (aunque haga simplemente el papel “de Larry David”, como en la serie Curb your enthusiasm), creo que es muy difícil pensar en alguien (exceptuando al mismo Woody Allen) que hubiera podido decir los chistes escritos por el director mejor que él.
Mientras tanto, Evan Rachel Wood, quien cumple muy bien con su rol en la película, parece haber sido casi esculpida por el mismísimo director: joven, hermosa, ingenua, pero por sobre todo, encantadora –en todo el sentido de la palabra– desde el primer momento (tal como Allen hace casi infaliblemente con sus personajes femeninos principales, desde Diane Keaton hasta Penélope Cruz). Esta “casi niña” del sur perdida en “La gran manzana” no falta a ninguna de las características necesarias para ser lo más opuesto a Boris y al mismo tiempo el magneto que hace que la película gire en torno a ella.
Patricia Clarkson, como Marietta Celestine, la madre de Melody, también deja una buena interpretación y aporta, sobre todo, su experiencia, siempre necesaria en una buena película.

Como dije antes, el guión data de los ‘70s, por tanto vuelve, de alguna manera, a algo que hace ya un tiempo Woody Allen había dejado un poco de lado: los chistes. Si gustan del humor de Allen, se reirán mucho y si no, lo harán también, solo que un poco menos. Con gran talento el film mezcla las constantes bromas sarcásticas con los temas que trata, como el amor, lo azaroso e impredecible del universo, la religión, las relaciones maritales, la muerte y, por sobre todo, el entendimiento entre las personas más allá de sus diferencias, cualquiera sean estas.

Whatever Works o Si la cosa funciona, título con el que llegó (muy tarde) a nuestro país, es una película reflexiva y graciosa (o muy graciosa, dependiendo de nuestra afinidad con el humor que propone), que, en lo personal, me hizo sentir por momentos, casi, casi, como si hubiera tenido el privilegio de estar en el estreno de La Rosa Púrpura del Cairo, Manhattan, Annie Hall o Crímenes y Pecados, por mencionar algunas de las mejores, porque, si bien está por debajo de estas, y de muchas otras, tiene esa magia, esa gracia, ese desborde de talento y genialidad que uno siempre espera cuando va al cine a ver “una de Woody”.

M.B.

jueves, 21 de abril de 2011

Reus

Reus

Año: 2011.
Producción: Uruguay – Brasil.
Duración: 1h30’.
Dirección: Eduardo Piñero, Pablo Fernández, Alejandro Pi.
Actores: Camilo Parodi, Alberto Acosta, Walter Etchandy, Micaela Gatti.
Calificación: +15 años.



Animarse a algo más.


Creí que iba al cine con pocas expectativas pero, en realidad, cuando entré a la sala y estuve frente a la pantalla me di cuenta que llevaba muchas. Por eso fue que los primeros minutos de la película se me pasaron de una manera rara, como ajenos, difíciles de disfrutar, mientras yo me decidía entre acomodarme en la butaca como un espectador que va al cine sólo para pasar el rato o abstraerme y concentrarme para no perderme ni el último detalle de lo que iba a ver. Luego de los primeros diez minutos, debo decir que la película se me hizo lo suficientemente entretenida para olvidarme de si tomaba esta o aquella postura (y así se mantuvo, casi siempre, hasta el final, lo cual no es poca cosa).

Reus es una película de género –policial– que se basa en algunas cuestiones sociales actuales, como la droga y la delincuencia juvenil, para contarnos una historia completamente ficticia. Los realizadores –quienes trabajaron durante siete años en este proyecto– nos cuentan cómo “El Tano”, un delincuente con aires de Don Corleone recién salido de la cárcel, trata de restaurar la reputación de “su familia” en “su barrio”, perdida tras su ausencia. Mientras esto sucede por un lado, Don Elías, el dueño de una empresa mayorista (y quien mandó al Tano a la cárcel), intenta combatirlo, en pos de “los intereses de todo el barrio”, apelando al apoyo de los demás comerciantes del Reus y de una fuerza policial desinteresada, corrupta e inoperante.
En el transcurso de la historia, tanto El Tano como Don Elías se darán cuenta que el barrio ya no es el mismo, ni para uno, ni para el otro. Mientras El Tano estuvo en prisión, y la “tranquilidad” volvió a las calles, un nuevo enemigo se abrió paso: la pasta base. Ahora, los antiguos enemigos deberán cuidarse no sólo de ellos mismos sino también de un nuevo grupo de delincuentes que, motivados pura y exclusivamente por la posibilidad de conseguir siempre más droga, actúan de otras maneras y con otros objetivos; con otros códigos, si se quiere.    

Entorno a estos conflictos la película se mueve a veces bien, a veces no tanto, con una narración y con actuaciones bastante desparejas, falla también en algunos aspectos del guion que, por más que algunos quieran justificarlos, precisamente, por tratarse de una película “de género”, se notan y no creo que esté bien dejarlos pasar ni en esta ni en ninguna otra película.
De todas maneras debo decir que el film, más allá de los altibajos casi constantes que tiene, no pasa por aburrido y logra meternos de a poco en el mundo del barrio Reus (el Reus creado por los directores, claro está, no el verdadero), del Tano, de Don Elías y de los demás personajes, que con objetivos que se nos muestran bastante claros desde un principio, se desenvuelven a través de los sucesos de la película a veces faltos de profundidad y a veces de manera fuerte y verosímil.   

Es cierto que de a ratos el film se me hizo un poco largo, inconsistente y hasta aburrido, pero también es verdad que me mantuvo siempre queriendo saber cómo iba a terminar, lo cual reconozco como un importante mérito. Igualmente lamento decir que toda esa expectativa (bien) generada no se satisface, dado el final –a mí entender– desprolijo de la historia. A pesar de esto, quiero destacar la última escena, la cual me parece de lo mejor de la película y quizás lo “más real” y penetrante que el film tiene para dar.

La inexperiencia de los realizadores, la inclusión de no-actores, las locaciones reales y ciertos (aunque no demasiados) puntos de contacto con algunas realidades de nuestro Montevideo, hacen que la película sea atrapante por momentos y decepcionante por otros, lo cual me dejó un sabor agridulce en la boca al salir de la sala. Pero al fin y al cabo, la película pretende ser de género, y lo es; pretende vender entradas, y lo está haciendo; así que creo que, más allá de los aciertos y de los errores que se le puedan adjudicar, cumple con lo que se ha propuesto (estemos de acuerdo o no con ello) y lo que por sobre otras cosas rescato es su capacidad para abrir una puerta más hacia una diversificación de nuestro cine (y sí, ya sé que más no es lo mismo que mejor, pero es al menos una de las maneras en las que se puede comenzar).

M.B.



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